Laboratorio sin muros. Inteligencia colectiva y comunidades de afectados.

Publicado el 10/01/2009 - Juegos

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Contribuidores: Antonio Lafuente

Laboratorio del Procomún. BCC 2008

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Si esta reflexión es correcta, entonces hay que darle importancia a la tarea de automatizar funciones y a la de construir un espacio que sea reflejo de la naturaleza de la actividad que queremos desarrollar, incluidos los protocolos y prácticas. Hablar de protocolos implica identificar el umbral de rigor y los compromisos que, voluntariamente, se quieren acordar como un estándar de conducta, y que funcionarán como el mundo común que nos constituye y ayudamos a constituir. Un laboratorio es un espacio común, crea una comunidad de practicantes.


Comunidad

La noción de comunidad es clave, aunque se hace preciso desvincularla de cualquier connotación orgánica, ideológica o creencial. Puede haber, y siempre las hubo, comunidades distribuidas y/o de extraños reunidas alrededor de un tema o de un problema. Son los llamados grupos de afectados o concernidos, son todos esos colectivos que se hacen visibles cuando una nueva tecnología (digamos un test, una intervención o una encuesta) los segrega del conjunto asignándoles / fabricándoles una tecno-identidad (por ejemplo, asmáticos, protésicos o motorizados) que puede ser contestada. También un laboratorio puede no estar formado por correligionarios.

Lo que sí es imprescindible es que esté conectado a otros nodos en una red que se configura alrededor de protocolos que garantizan la circulación de objetos entre nodos y que, en consecuencia, forman parte de una comunidad: comparten y crean un espacio común en red por el que se desplazan (es decir, se discuten y aquilatan) los objetos que entre todos (los) constituyen. En fin, no hay comunidad sin el rigor (respeto a los protocolos acordados) que permite producir objetos capaces de desplazarse entre diferentes ámbitos culturales y espaciales. Y cuando no se desplazan, cuando no hay interoperabilidad, no puede crecer el común que sostiene a la comunidad.


Procomún

No hay procomún sin comunidad, y viceversa. Pero, ¿a quiénes representan los miembros del laboratorio o, recíprocamente, quién se siente representado por lo que allí se hace? El laboratorio no es una charla de café ni un seminario académico. Su función no es clarificar conceptos, como tampoco lo es hacer amigos o hacer carrera. Sin duda, cumple la función de trabar conexiones entre personas y cosas, ya sean estas "colaboratores" (co-laboratorio) o usuarios ocasionales, ya sean conceptos, espacios o libros. Su principal función no consiste en hacer de portavoz vicario de la naturaleza o del Estado, como decían los modernos o quienes apoyaron la Revolución Francesa, respectivamente. El objetivo principal es hacer visibles comunidades emergentes de afectados: darles la palabra, darles el tiempo, darles la experiencia, darles la tecnología, darles los medios de comunicación, darles las palabras.

El laboratorio no está para pensarlos, sino para pensarse a través de ellos. Más aún, como no imita todas sus características históricas y antropológicas, nuestro laboratorio no es un espacio de exclusión, cerrado a la mirada y presencia de los públicos, sino justo lo contrario, pues de lo que se trata es de implicarlos en la configuración del mundo.

El procomún, entonces, es creado y recreado, conectado y reconectado: nace de la interacción entre los afectados que echan en falta algo que se les está negando y que daban por hecho, heredado o inalienable. El procomún es un estado de emergencia (por imprevisible y por urgente), surge del empoderamiento de los afectados que reclaman derechos amenazados o destruidos. El procomún redime a los públicos de su condición de súbditos / consumidores y fragmenta la sociedad en comunidades resistentes a la realidad. No hay procomún sin comunidad: hacerlo visible es el trabajo del laboratorio.



LABORATORIO SIN FRONTERAS

Dinámica

Todas estas ideas pueden llevarse a la práctica siempre que se quiera transformar el tradicional seminario de trabajo en un laboratorio de ideas. Antes de describir las iniciativas que sugerimos, dedicamos unas líneas a evaluar el asunto del espacio. Las cosas deben organizarse para fomentar un ambiente abierto y colaborativo. Somos conscientes de que son muchos los que expresan este deseo y que es más fácil hacer declaraciones de intenciones que lograr una atmósfera verdaderamente participativa. Pero también sabemos que la tarima que eleva la posición del "conferenciante", la mesa que separa los ámbitos de quienes hablan y quienes escuchan no son artefactos que favorecen la horizontalidad.

La disposición que nos parece más neutral desde el punto de vista espacial es circular, de forma que los co-laborantes y los co-laboradores, así como el público, se disponen alrededor de un vacío central en capas concéntricas. La cámara que filma cada sesión debe evitar situarse en una posición que vuelva a centrar lo que inicialmente ha sido diseñado para que no se construyan jerarquías (mediáticas) que no necesitamos.

Dos líneas más. Hay muchos dispositivos que se consideran eficaces y que nos apartan del modelo que buscamos. El "think tank", el taller o el comité son estructuras cerradas y corporativas. En cambio, el foro, la asamblea o el ateneo, siendo más abiertas, no logran vencer su naturaleza generalista y ocasional.

La propuesta que hemos elaborado y nos encantaría discutir, cabe en el siguiente cuadro:

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Con el apoyo de:
Platoniq

Laboratorio del Procomún. BCC 2008

El Laboratorio del Procomún reúne a personas de ámbitos diversos como la filosofía, la ecología, el activismo, el hacktivismo, el derecho, el urbanismo, el arte, el periodismo o la política económica. Tras una primera etapa desarrolada entre junio de 2007 y febrero de 2008, cuyas conclusiones recoge Antonio Lafuente en su texto "Laboratorio sin muros", se han formado varios grupos de trabajo que se reúnen periódicamente y trabajan online para debatir y planificar acciones sobre el valor de los diversos "procomunes" y sobre los peligros que los amenazan.

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