Redes de Trueque

Published on 12/01/2008 - Experiences

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Contributors: Heloisa Primavera

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La dimensión ideológica es otro aspecto acerca de las consideraciones de periodistas, estudiantes o investigadores, que con frecuencia concurren para observar lo que quieren ver... O lo que pueden ver, dada la escasez de datos que implica ver parcialidades, temporales y espaciales y la escasez de categorías teóricas que los acompañan. La dimensión ideológica es muy fuerte, tanto hacia fuera como hacia adentro del movimiento de Economía Solidaria, en el cual nos parece más que pertinente incluir las experiencias de monedas sociales y redes de trueque. Si no fuera así, podría haber una permeabilidad mucho mayor entre las distintas iniciativas económicas de resistencia al ajuste estructural y aquellas de transformación de la gestión pública, con avances sobre mayor participación ciudadana, que ocurrieron en la última década, como fueron las empresas que se fueron a la quiebra y que fueron "recuperadas" por sus trabajadores, las cooperativas de autogestión y las asambleas barriales. Los ejemplos de sinergia son mucho más la excepción que la regla y, lamentablemente, no sólo en Argentina.

Finalmente, la dimensión epistemológica opera como otro "filtro" que impide ver más allá de la simple apariencia: se "ven" ferias, se filma, se sacan fotos y se extraen respuestas casi obvias de mujeres que encontraron un nuevo rol en la economía informal... Aun las encuestas más sofisticadas han ayudado muy poco a comprender "cómo" se ha logrado crecer de 23 a 800.000 participantes, preocupándose mucho más por las razones de la caída, ¡ésas tan obvias como previsibles! Con eso queremos significar que, en su gran mayoría, ni usuarios ni estudiosos se acercaron a las novedosas prácticas con categorías teóricas innovadoras, que permitieran renovar la lectura de un fenómeno emergente, tan peculiar de la Argentina como de esa época.

Cabe señalar, por ejemplo, que la misma expresión "moneda social" fue introducida por nosotros en un trabajo presentado en un evento de la Asociación Internacional Jacques Maritain, la CEPAL y el Gobierno de Chile, en abril de 1999, cuando le dieron la palabra a organizaciones de la sociedad civil en un evento que apuntaba a evaluar el impacto de la globalización de las finanzas en los países emergentes. En las redes de trueque, hasta entonces, se prefería la expresión "no-dinero", vales trueque, etc., para evitar la confrontación con el poder público y poder desarrollar las actividades al margen del Estado. Pero los números ya no daban para ello: cuando la mayor parte de los trabajadores de un país estaba desocupada, había llegado el momento de crear nuevas propuestas de comprensión del fenómeno del empleo / trabajo y nuevas respuestas por parte de los distintos actores sociales, y no simplemente tirarlo todo en el paquete molesto de la economía informal... que nadie quiere agarrar. Los años pasaron y, con honrosas excepciones, sigue existiendo esa deuda tanto desde la Academia como desde la Política.

Como sostiene Scott Lash (Crítica de la Información, 2005), esa pérdida de linealidad, que conlleva la aceleración del tiempo en que vivimos, la compresión de los significados en una sintaxis más de vídeo-clip que de tiempos biológicos y sociales, y la expansión en el espacio que pretende que, por la simple posibilidad de estar conectados, podemos replicar cualquier cosa en cualquier parte, hizo que algunos impacientes declararan prematuramente que éxito eran números, y como los números cayeron abruptamente, resultó que "EL TRUEQUE FUE"... ¿¿¿Inauguración de la investigación en clave de vídeo-clip??? Por ello, volveremos más adelante sobre este aspecto: aún creemos que es mucho más relevante entender el complejo proceso de  multiplicación de los clubes de trueque, la formación y manutención de varias grandes redes simultáneas, que comprender por qué cayeron, cosa que es de dominio público para quienes estaban en el sistema: hubo falta de control, distribución arbitraria, hiper-emisión, inflación y falsificación masiva de los bonos, con lo que la pérdida de la confianza fundamental transformó el "orgullo nacional" de la "viveza criolla" en bochorno insoportable... Incluso para los que estaban lejos del epicentro del maremoto. Florecieron las teorías sobre la conspiración (la culpa la tuvieron los políticos, los planes sociales asistenciales, los agentes del Eje del Mal, etc.), pero es importante reconocer lo que hoy sabe cualquiera que haya participado por un tiempo razonable en los clubes y redes de trueque: la implosión se hizo desde adentro, no hizo falta ningún plan o financiamiento externo para operarla.


3. ¿Cuáles dirías que han sido hasta ahora las claves del éxito de las redes de trueque en Latinoamérica?

Como en la primera pregunta, empezaría por relativizar la generalización y no hablaría de "éxito de las redes de trueque" en América Latina, sino que trataría de ejemplificar lo que conozco para no construir una atractiva y fugaz bola de nieve de un fenómeno que nunca existió, ni contemporánea ni sostenidamente. En otras palabras, no existió ni existe algo que se pueda denominar con rigor "éxito de las redes de trueque en América Latina".
 
Lo que sí creo que hubo fue una difusión de  la experiencia argentina a casi todos los países de América Latina, y que el caso de Argentina sigue siendo crítico para comprender lo que pasó y lo que se puede esperar en condiciones comparables, si las hay. Para ello, me voy a permitir contar muy brevemente la historia que he vivido, como promotora primero, como investigadora luego: lo que había cuando llegué al trueque en Argentina, lo que pude impulsar personalmente gracias a ocupar ciertas posiciones casi azarosas (y que me valió algunas acusaciones de integrar misteriosos servicios de inteligencia, de Belindia o Argentonia). También me referiré a lo que sé sobre el avance de algunos proyectos hasta la caída del 2002 y después, por contacto directo o indirecto.

• El primer club de trueque en Argentina nació el 1º de Mayo de 1995. Eran los tiempos del menemismo que, en dos gestiones, privatizó todo lo que había por privatizar en el país, en particular las empresas que daban ganancias ciertas, como los teléfonos y la distribución de la gasolina. Tiempos del conocido "ajuste estructural" donde la consigna era achicar el Estado, desregular y abrir la economía al mundo, fijando la paridad de la moneda nacional con el dólar estadounidense. La consecuencia (esperable) de la hazaña fue la destrucción de la industria nacional, el deterioro de los sistemas de salud y educación (otrora los mejores de la región) y una caída libre del empleo asalariado. Es en ese contexto que hay que comprender el surgimiento de los clubes de trueque: un grupo de amigos de orientación ecologista, pero de profesiones muy diferentes, se reunió alrededor de un entonces innovador sistema de marketing que empezaba a aparecer en América Latina, el marketing de multinivel, cuyo negocio era principalmente formar redes de distribuidores que, al mismo tiempo, eran consumidores de una variada línea de productos de una empresa multinacional, basada en Estados Unidos. De ahí nacería también la idea de "prosumidor", tomada de "La tercera ola" de Alvin Toffler, y significando que todos los miembros debían ser a la vez productores y consumidores. O sea, según los mismos fundadores del "Club del Trueque" reconocieron a los medios masivos locales, luego de la crisis, el sistema nació como un negocio que favorecería a muchos y en territorio nacional, pero un negocio con todas las características que ello suponía. Empezaron 23 personas en un garaje y la historia puede ser reconstruida en una publicación de la que fui coautora con los fundadores, en 1998 ("REINVENTANDO EL MERCADO: La experiencia de la red global del trueque en Argentina"). Debido a la facilidad de replicación del sistema y la imposibilidad de controlar lo que ocurría en todo el país por parte del grupo fundador, este mismo fue apropiado por distintos grupos que, de entrada, se empezaron a disputar el poder y el sentido del proyecto. Hoy se puede reconocer que, desde un principio, se definieron tres tendencias muy claras: los grupos de finalidad netamente empresarial (donde el beneficio de algunos era el objetivo), grupos de finalidad social y política (donde se impulsaba la democracia participativa y la equidad en la distribución de la riqueza) y los que se creían neutrales y adoptaban normas de unos y otros, según su conveniencia.

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"En el caso de las monedas complementarias, está claro que pueden tener distintos objetivos desde sus promotores: desde el más "empresarial", de incrementar las ventas, como otros muy altruistas, disruptivos, y hasta "revolucionarios" si se quiere, por parte de quienes las diseñan e implementan. Pero no es menos cierto que cada usuario las usa (o no las usa) por "sus" propios motivos, y eso sí interfiere en la lógica del diseño de los sistemas que pretenden crecer y sostenerse en el tiempo." Heloisa Primavera

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